A fines de marzo había rumores de que una película cordobesa podía entrar a la Quincena de los Realizadores en Cannes. El título remitía a una oración de una vieja canción melódica de José Luis Perales; sus directores tenían en su haber un reconocido cortometraje llamado Mi última aventura.
La expectativa que despertaba el primer largometraje de Ramiro Sonzini y Ezequiel Salinas no era menor. Pero unos pocos días antes de los anuncios en abril, llegó la carta de rechazo desde el sur de Francia (de las últimas enviadas por el comité de selección, lo que significa haber sido considerada hasta el último minuto). Los cineastas están acostumbrados a estas situaciones adversas y saben que se debe aguardar.
Pasaron unos meses, no hubo buenas noticias de Locarno, tampoco de San Sebastián. Los si

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