A veces no es un cambio de tiempo ni un mal de ojo lo que te hace revestir la cabeza con un cuenco de cerámica. Todo retumba ahí dentro y salir no depende de romper el barro ni de arrancarlo con rabia cuello arriba. Es una sensación y las sensaciones no se arrancan aunque duelan… Oprime el cuenco cuando sientes que tu tren ya no pasa, que todo pierde color y que la esclavitud autovoluntaria por la que has caminado te ha restado metas. No queda más que desencajar para volver al ruedo. Hay tanta entrega en silencio dentro de esa opresión que llega a doler cuando, en lugar de palmaditas non petitas, se dan bofetadas a ver si alguna te duerme despierto. Y preguntas por qué. No hay respuesta, no hay causa. Te ha tocado y tienes que morder la rabia dentro del cuenco. Salta la sangre de la lengua

See Full Page