En los municipios pequeños, cuando el silencio se adueña de las calles y las luces se apagan temprano, la vida se inventa sus propios escenarios. Hace más de medio siglo, en Valdecolmenas de Abajo, una diminuta localidad conquense, un grupo de vecinos decidió llenar esas noches frías de invierno con algo más que braseros y tertulias. Allí, donde no había televisión y apenas radios en todo el pueblo, el teatro se convirtió en su ventana al mundo.

Nació así un milagro rural que ha sobrevivido al tiempo, a la despoblación y hasta a una pandemia, bajo su grupo de teatro, fundado en los años 50 y hoy, contra todo pronóstico, más vivo que nunca.

María Antonia Perucho, hija de una de las fundadoras, aún recuerda cómo salió a escena con apenas cuatro años. «En aquellos tiempos no había nada, y m

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