Los recientes y dramáticos acontecimientos de violencia narco en Río de Janeiro, con enfrentamientos de una intensidad y capacidad de fuego aterradoras, no deben ser vistos como un problema aislado de Brasil sino como un espejo brutal de una amenaza que late y avanza sobre toda la región. Esta escalada del crimen organizado transnacional exige que nuestro Gobierno abandone cualquier complacencia y active una alerta máxima para proteger nuestras frágiles fronteras.
Lo ocurrido en las favelas cariocas, donde el Comando Vermelho usó armamento de guerra e incluso tecnología avanzada como drones armados, muestra que el narcotráfico se convirtió en una narco-guerra contra el Estado.
El peligro de la propagación narcoterrorista es real. Los países limítrofes, como el nuestro, se convierten en e

Clarín

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