El momento final llegó con el estruendo de un disparo. Era la madrugada del 14 de septiembre de 1941 en Colonia San Pedro del Atuel, Mendoza. Afuera, la policía rodeaba un rancho de adobe. Adentro, un hombre agotado sabía que ya no habría huida posible. Tomó su arma y apuntó hacia sí mismo. Cuando entraron, lo hallaron tendido, aún con el revólver en la mano. J uan Bautista Bairoletto había cumplido su promesa: no dejarse atrapar para que la policía lo matara .

“En su ley, de acuerdo con su propia vida, cayó esta madrugada, frente a una nutrida comisión policial, el bandolero con ribetes románticos, quizás el último de su clase . En un rancho donde había establecido su guarida en unos campos de San Pedro de Atuel, departamento de General Alvear, tuvo un encuentro con la po

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