En España, más de 3,3 millones de personas trabajan desde casa de manera ocasional o de forma frecuente, según los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (INE). Es decir, algo más del 15% de las personas ocupadas lo hacen desde su domicilio. Son datos que suponen un repunte respecto a 2023, aunque están por debajo de 2020.
Esta forma de trabajar persiste desde que la pandemia obligó a miles de personas a quedarse en casa. Lo que antes se consideraba un privilegio o una circunstancia excepcional, reservado sobre todo a freelancers , profesionales tecnológicos o autónomos, se convirtió en algo habitual. Si bien es cierto que en estos cinco años ha evolucionado: algunas empresas han vuelto a llamar a sus empleados a la oficina, otras se han acogido a la flexibilidad y otros tantos están en medio de un tira y afloja entre lo que quieren y lo que hacen.
Un reciente estudio de la Universidad del Sur de Australia publicado en Journal of Organizational Behavior ha concluido, tras pasar cuatro años observando a personas que teletrabajan, que este nos da una mayor sensación de felicidad. De acuerdo con esta investigación, el trabajo remoto mejora de manera considerable la conciliación de la vida laboral y personal.
Teletrabajo y felicidad: ¿una realidad o un simple titular pasajero?
Esta conclusión está respaldada por datos rigurosos, información real y, sobre todo, por las experiencias de los millones de trabajadores que pasaron de la oficina de nueve a cinco al trabajo flexible desde casa. “Los estudios han venido a confirmar lo que ya intuíamos desde la psicología, y es que el teletrabajo permite más autonomía y sentido de control. Al final, teletrabajar hace que seas tú quien decide cómo gestionar tu trabajo, cómo organizar las tareas y las prioridades, y esto aumenta el sentido de la autoeficacia”, corrobora la psicóloga Sara Montejano Martín .
Buena parte de la mejora del bienestar de las personas que teletrabajan procede del hecho de que el teletrabajo nos libra de tener que pasar horas en largos trayectos o en el transporte público a rebosar de gente, unos trayectos que no solo nos ocupan tiempo sino que también contribuyen al estrés, la fatiga y una peor salud mental.
Según la investigación, reducir o minimizar los desplazamientos permite a los trabajadores remotos ganar unos 30 minutos más de sueño cada noche, una cifra que, aunque pueda parecer poca cosa, son minutos adicionales que suman miles de hora de descanso cada año.
Para Montejano, se trata de un factor que eleva la percepción de felicidad porque permite la conciliación con otros aspectos de la vida. “No hay que olvidar que los trayectos de ir y venir al trabajo en algunos casos suponen horas, ya sea por la distancia o por atascos u otras situaciones. Invertir ese tiempo en el desarrollo de otras facetas de la vida incremente sustancialmente nuestra sensación de bienestar”, afirma la psicóloga.
¿Qué hace la gente con este tiempo ganado al tráfico? El estudio ha descubierto que este tiempo se divide entre ponerse al día con el trabajo, pasar más momentos con la familia y participar en actividades de ocio.
La cuestión de la productividad
Un punto que preocupa a las empresas es el de la productividad. ¿Aguanta esta cuando los jefes no miran ni controlan? La investigación australiana muestra respuestas tranquilizadoras: lejos de disminuir, la productividad mejora cuando los trabajadores tienen la opción de trabajar de forma remota. La clave está en que el trabajo flexible voluntario tiene un gran impacto en la satisfacción y la concentración laboral en comparación con el teletrabajo forzado. Según el estudio, entre un 35% y un 40% de los trabajadores remotos son más productivos y cometen menos errores.
Como apunta Montejano, esta percepción de la propia competencia laboral aumenta la felicidad. Al tener menos distracciones e interrupciones que en una oficina, es posible “realizar tareas que requieran concentración y foco de una manera más eficaz y rápida, lo que aumenta la percepción de competencia laboral”.
Son pequeños detalles los que a veces suman a esta sensación de mayor bienestar. Como apunta Montejano, un factor que muchas veces solemos obviar “es que cada uno podemos adaptar el entorno laboral a nuestras necesidades, por ejemplo yo puedo poner la temperatura para que sea confortable para mí, algo complicado en una oficina ya que, según dónde estés sentado, te tocará padecer frío o calor. También puedes poner la luz a tu gusto, trabajar con música o cualquier otra cosa que haga tu entorno de trabajo más agradable”.
El teletrabajo, ¿eleva el salario emocional de los trabajadores?
Aunque el salario económico es lo que más suele motivar a la hora de trabajar —ha sido la vía más clara para el crecimiento profesional y cambiar de trabajo era a menudo la forma más rápida de lograrlo— no es lo único que lo hace. Existe el concepto de salario emocional , que ha cambiado un poco las reglas del juego porque ofrece más que un simple sueldo.
“Podríamos decir que son todos los beneficios no monetarios del trabajo que aumentan el nivel de satisfacción, bienestar y felicidad”, afirma Montejano, según la cual, “para muchas personas el teletrabajo sería salario emocional, por todas las ventajas que hemos visto”.
Para Montejano, podríamos incluir como salario emocional un buen ambiente de trabajo, donde haya relaciones sanas, respeto tanto ascendente como descendente, el reconocimiento y la valoración de los logros conseguidos, el esfuerzo realizado o que haya oportunidades de crecimiento y desarrollo profesional en la empresa.
“La pieza clave del salario emocional la encontramos en las políticas reales de conciliación, es decir, que la empresa dé facilidades para conciliar el trabajo con la vida personal o familiar”, matiza Montejano.
La cara B del teletrabajo
Pero no todo son ventajas cuando hablamos de teletrabajo, aunque sus beneficios están bien documentados. Como todo, también tiene su parte menos amable. Para empezar, la difusa línea de los límites entre el hogar y el trabajo puede dificultar la desconexión.“Podemos caer en el error de no poner límites entre la vida laboral y la personal. Para mí este es el mayor riesgo ya que el trabajo puede ‘invadir’ el hogar”, advierte Montejano.
Para la psicóloga, “sin una separación clara podemos caer en la dinámica de estar contestando correos a deshora o alargar la jornada acabando tareas, lo que puede llevar a una sensación de que el trabajo no termina y a desarrollar el síndrome de burnout ”.
“Desconectar del trabajo es más difícil”, sobre todo si tenemos en cuenta que existe un tipo de aprendizaje que es asociativo, es decir, “nuestro cerebro vincula el entorno o el ambiente a una conducta, el entorno se convierte en una pista para que el cerebro funcione de un modo u otro. Si la mesa del comedor es nuestra oficina, al cerebro le va a costar más ‘apagar’ el modo trabajo”, matiza Montejano.
Pero hay más desventajas. Trabajar desde casa también puede ser a menudo una experiencia solitaria, aislada, en la que muchos se pueden sentir desconectados porque no existen las charlas durante la pausa del café ni se crean relaciones con los compañeros. “De forma natural perdemos vínculos sociales, en la oficina tenemos momentos de socialización espontánea que perdemos cuando teletrabajamos”, reconoce Montejano.
¿Cualquier persona puede teletrabajar?
“No todo el mundo está preparado de forma innata para desenvolverse y beneficiarse del teletrabajo”, sentencia Montejano. Muchas personas necesitan el contacto directo con los compañeros y notar la distinción clara entre trabajo y casa. Para que alguien pueda beneficiarse de todas las ventajas de esta modalidad de trabajo es necesario que se cumplan una serie de requisitos, que la experta enumera en los siguientes:
- Tener autodisciplina y buena capacidad para gestionar el tiempo: la clave está en “ser capaz de respetar los límites entre el horario de trabajo y la vida personal para que las distracciones del hogar no interfieran en el trabajo ni que el trabajo invada la vida personal”, explica Montejano.
- Tener habilidades de comunicación proactiva: la información en la oficina fluye mejor; en remoto, en cambio, “hay que ser capaz de comunicarse con claridad, pedir ayuda cuando se necesita y mantener el trabajo visible para el resto del equipo”.
- Ser capaz de reconocer los propios ritmos y necesidades sociales: es importante “ser consciente de establecer relaciones o la necesidad de salir de casa y realizar actividades al aire libre”, aconseja Montejano.
El mensaje final de los investigadores australianos señala que no se trata tanto de elegir entre la oficina o el teletrabajo, sino de integrar las dos opciones ya que dar a los trabajadores la flexibilidad de elegir trabajar desde casa puede ser beneficioso para la salud física y mental.

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