Hay lenguas que respiran casi de forma imperceptible, y otras, como el gallego, que dejan oír ese latido cada vez que incorporan una palabra nueva. La Real Academia Galega (RAG) acaba de sumar un centenar de voces a su Dicionario , un gesto que es también una pequeña arqueología del tiempo: rescata términos que parecían dormidos en la memoria rural, acoge neologismos nacidos al calor de la vida moderna y pule, con precisión, familias léxicas que necesitaban ser completadas.

Entre las novedades destacan varias palabras que no tienen traducción exacta al español , voces enraizadas en la cultura gallega cuya singularidad revela los matices propios de la lengua.

Una de ellas es bochinche , una palabra que podría recordar a “caseta”, “taberna” o “casa de comidas”, pero que en realid

See Full Page