El comienzo del viaje en el barco aviso hacia Base Primavera.
¡Témpano al frente! Y por un instante estuve con Jack y Rose en el Titanic, aunque a plena luz del día.
Un bloque enorme de lados casi perfectos flotaba y se desplazaba por el mar helado.
Mejor que ver una película es vivirla, y el asombro a aquel macizo de hielo turquesa blanquecino que flotaba en las aguas saladas se transformó en palabras y la película que tenía en mente fue rápidamente expresada. “¡Titanic!”.
La felicidad era enorme. Hay algo de disfrute en vivir las escenas, no trágicas, de las películas; no trágicas.
De aquí en más la vista se transformaría en tonos de blancos y gamas de azules. Tanto en la tierra como en el cielo. Ya por buen rato no veríamos algún verde, excepto algún tono gris de un terreno pedrego

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