Nadie se imaginó que la llegada a Venezuela de la revolución socialista pregonada por el hoy difunto Hugo Chávez, traería consigo un mar de males que llenaría de destrozo hasta lo más sagrado del ser humano, » la inocencia de los niños «.

El proyecto fue y sigue siendo implacable para matar la alegría de los que serían y son el futuro de Venezuela, las pisadas diabólicas del caballo rojo que cabalga por cada rincón del país, dejando huellas de destrucción inolvidables e imborrables. Mató cada sitio de recreación, esparcimiento y de alegría de los más pequeños de nuestras casas. En Tucupita, el emblemático parque recreacional infantil ubicado al lado de la antigua guarapera, en la calle Manamo, no se salvó del salvajismo destructor de este sistema inmundo.

Alexis González cortó el frondos

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