Cuando de trabajadores extranjeros se trata, el presidente Trump parece estar deshojando margaritas: los quiere y no los quiere.
Por un lado impone trabas a las visas de trabajo especializado H-1B con una cuota de $100,000 dólares que anunció en septiembre para obligar a las empresas a contratar estadounidenses y que provocó incluso una demanda de parte de la Cámara Estadounidense de Comercio. Por otra parte, afirma en una entrevista que esos trabajadores extranjeros son necesarios porque Estados Unidos carece de personas con “ciertos talentos”.
Lo mismo ocurre con las visas H-2A para trabajadores agrícolas temporales y las H-2B para trabajadores temporales en otras industrias. Aunque dice que los trabajadores extranjeros les quitan puestos a los estadounidenses, la Organización Trump

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