Algo raro le pasaba a Valentina. Habían regresado los tres de unas vacaciones en las sierras cordobesas en esos primeros días de febrero de 2022. Ella tenía dos años y medio, y solo había levantado unas líneas de fiebre como reacción a una vacuna del calendario. El embarazo había sido idílico. Nada podía presagiar lo que Micaela y Jonathan, padres primerizos, atravesarían durante al menos ocho meses. La fiebre fue el primer indicio. Corrieron y padecieron para conocer el diagnóstico. Corrieron y padecieron con el diagnóstico. Pasaron por destratos y un umbral de angustia: alguien le dijo a ella que era una “exagerada” y a los dos “tu hija se puede morir en cualquier momento”.
Valentina tiene síndrome urémico hemolítico atípico , una enfermedad con una alta tasa de mortalidad. Valentina h

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