Había una vez una princesa que llegó hasta el fin del mundo cuando todavía no existían las redes sociales, los portales web ni la inteligencia artificial. Y el celular era un mamut con una antena larguísima. Así eran las cosas en el siglo XX cuando Lady Di vino a conocer las ballenas a Puerto Pirámides y los periodistas gráficos teníamos tiempo de sobra para escribir lo que al otro día leerían miles de personas en el diario de papel. Que el gesto misterioso, que los ojos impacientes, que la voz arrugada de cansancio... Detenernos en cada detalle nos garantizaba los matices, la diferencia en los textos que enviaríamos a Buenos Aires sobre la hora del cierre.
Hoy, a treinta años de aquella visita real, solo hay que estirar la memoria para recordar lo difícil que fue describir la mirada ce

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