Ahora, con mayor fortaleza política, el desafío será convertir la legitimidad en gestión y reformas que impulsen el crecimiento sostenido. La política había erosionado la credibilidad de un programa económico que, aunque enfrentaba tensiones cambiarias y desafíos de coordinación, mantenía bases macroeconómicas más sólidas de lo que se suponía.
Durante las semanas previas a los comicios de octubre, la percepción dominante indicaba que el Gobierno estaba agotado. Sin embargo, los datos mostraban otra realidad: superávit fiscal, baja deuda de mercado en moneda extranjera y reservas suficientes para hacer frente a la volatilidad. La desconfianza no surgía de los números, sino de la historia: décadas de estafas al ahorrista por medio de inflación, reestructuraciones y devaluaciones, así como

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