Por Juan Pablo Iozzia

Su historia es la de una familia que apostó a esta tierra cuando todavía era monte, y que hoy sigue sembrando futuro con trabajo, convicción y amor por el lugar.

“Soy tercera generación de agricultores”, dice con orgullo. Sus abuelos trabajaron en Guerrico, su padre Rodolfo continuó la tradición y fue quien decidió venir a Cordero junto a su madre. “Cuando llegaron, era todo bosque, un monte muy espeso. Debe haber sido todo un desafío, pero les gustó el lugar y tuvieron la voluntad de crear un hogar y trabajar la tierra.”

En esa chacra nacieron sus hijos y, con el tiempo, también la vocación de Mariela. “El primer vehículo que aprendí a manejar, después de la bici, fue el Massey de mi papá”, recuerda entre risas. A los 10 años ya ayudaba a levantar fardos con la fa

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