Por: Mara Chadnick
Mi marido no se inmutó cuando le comenté que el fantasma de mi primer amor venía a visitarme a nuestro lecho conyugal.
“¿No te sorprende?” Le dije. Mi novio de la preparatoria, Sandy, había muerto de manera inesperada el año anterior a los 29 años. Esta era la primera vez que su fantasma me visitaba.
“La verdad es que no”, respondió.
“¿Por qué?” , pregunté.
“Porque tú eres tú” , contestó.
Por aquel entonces, yo era el tipo de chica que tomaba decisiones basándose en la órbita de un planeta alrededor del sol. Adam me había enseñado las listas de pros y contras, los seguros de viaje y la sensación tranquilizadora de saltar a un lago helado.
Yo le había enseñado que encontrar una moneda de diez centavos en la acera es un mensaje de alguien en el cielo y a e

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