En Colombia existen personajes que parecen inmunes al peso de sus propios actos. Los envuelve una coraza invisible que repele la ley, la moral y la vergüenza. Nada se les pega, nada los detiene. En esa categoría sobresale Armando Benedetti, el hoy ministro del Interior, convertido en símbolo del “efecto teflón” de una clase política que ha hecho del escándalo un estilo de vida.

Siete procesos en la Corte Suprema de Justicia, audios comprometedores, insultos a una magistrada y una hoja de vida salpicada por episodios de violencia verbal, tráfico de influencias y presunto enriquecimiento ilícito. Hoy incluido en la Lista Clinton. Cualquier otro funcionario habría sido suspendido, investigado o removido del cargo. Pero Benedetti sigue ahí, protegido por un silencio cómplice que hiere la cred

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