El ahora recuerdo del escritor Osvaldo Lamborghini incluye la relectura de quienes conocen su obra y la lectura de los nuevos. Siempre llegan lectores a la pampa de los chistes, casi expansión demográfica de una curiosidad incontenible. Motor intracraneal que va para ver qué es leer. Y si hay una realidad kafkiana, la otra parte (que siempre sobra) es lamborghiana. Una realidad argentina, australiana, afgana: triple A.

Si la literatura es el síntoma, de allí la degradación de sus recursos. Y si hay literatura política, también hay política de la literatura, en cuerpo y obra, separados sí, pero en un todo que perdura en la segunda. Reaparece así el grafo OL, la marca; como tiempo recurrente manoseado en el erotismo íntimo en donde escribir deja de ser apuesta, porque la pérdida es irrevers

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