A las 8.30 ya está en pie. Antes que el desayuno, pero siempre después del aseo diario, está la visita a sus gallinas. «Por si pusieron algún huevo, que si las dejas, se los comen». Controlado el gallinero, ya toca sentarse en la mesa de la cocina a tomar un ColaCao «con pan o con algún bizcocho». Porque si algo le gusta «es todo lo dulce». Así que siempre tiene en casa «bizcocho o galletas o rosquillas» de casa. De la suya, pero hechas por su hija, Mary, que la viene a ver a diario.

Es Paz González, Pacita para todos, miembro de ese club que ocupa ya el 7,8% del censo asturiano, el de los octogenarios. «En abril del año que viene cumplo 85» dice en su idioma, el eo-naviego. Porque, aunque de Moreda de Aller, donde vivió, trabajó «primero, en una casa, luego, en el economato» y se casó, l

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