Cuando estábamos en el colegio y llegaba el recreo exprimentábamos una explosión de alegría. No solo porque parábamos de dar clase, sino que aquel intermedio abría la puerta, por ejemplo, a poder comer algunas de las cosas que más nos gustaban.

Es verdad que no eran los alimentos más sanos del mundo -¿para qué engañarnos?- pero aquellos sabores son irrepetibles. No porque algunos de estos productos hayan desaparecido, sino porque, básicamente, no nos saben igual: están asociados, para siempre, a nuestro recuerdo.

Lo que comíamos los canarios y canarias en los recreos de los 80 y 90

Cubanitos

Valían tanto para desayunar como para merendar. Eso sí, siempre y cuando llegaran de una pieza, porque al meterlos en la mochila, en muchas ocasiones, acababan seriamente dañados.

Llegaba el rec

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