La UE ha endurecido progresivamente su política migratoria y delega el control de las fronteras en países frecuentemente acusados de violaciones de los derechos humanos
En septiembre de 2015, la muerte del niño sirio de tres años Aylan Kurdi despertó el horror y la indignación mundial. La fotografía de su cadáver en una playa de Turquía ocupó portadas e informativos, e hizo visible el drama de quienes huían de la guerra de Siria en busca de seguridad en Europa. Aquella imagen cristalizó una crisis migratoria protagonizada por más de un millón de personas y que puso a prueba a la Unión Europea.
Diez años después, el club comunitario ha cambiado: la creciente influencia de la extrema derecha ― presente ya en uno de cada tres gobiernos europeos ― ha radicalizado las posiciones y endur

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