En muchas empresas familiares, los grandes conflictos no estallan de un día para el otro. No aparecen por una decisión puntual o por un problema en los números. Se van gestando lentamente, en pequeños silencios que se acumulan, en conversaciones que se evitan, en frases que se dejan a mitad de camino.

Lo que no se dice se guarda, y lo guardado se transforma con el tiempo en malestar, en resentimiento, en desconfianza. Lo no dicho es, en definitiva, un pasivo invisible que termina afectando la salud de la empresa tanto como la del vínculo familiar.

En Argentina, según el Instituto Argentino de Empresa Familiar (Iadef), las empresas familiares representan aproximadamente tres de cada cuatro compañías del país. Y además generan cerca del 70% de los puestos de trabajo del sector privado.

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