En el extremo sur del continente ya no son los glaciares los que avanzan: son los perros asilvestrados.

Más de veinte mil merodean barrios, campos y costas, atacan fauna, rompen el ecosistema y le muerden la postal al “fin del mundo”. Mientras esquivamos jaurías enfurecidas, aparece el recuerdo de Poncho, aquel primer perro antártico argentino que guiaba trineos como si el hielo fuera una carretera.

Poncho representaba control, disciplina, un vínculo casi místico y heroico con el territorio. Los perros de hoy, representan lo contrario: abandono, desidia y un límite difuso entre lo doméstico y lo salvaje. Una foto de la sociedad humana, no?

Así que sí: pasamos de héroes polares a depredadores urbanos. Porque cuando una comunidad abandona, la naturaleza devuelve el mensaje… con dientes.

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