La Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE) nació con la ambición de impulsar el talento extremeño , pero se ha convertido en una feria comercial de criterio difuso, más amiga del autoelogio que de la coherencia. La programación vuelve a mostrar un carácter irregular y una calidad discutible, algo desconcertante dada la abundancia de propuestas recibidas.
Este año sólo seis de las diecisiete compañías seleccionadas eran extremeñas —más dos coproducciones con otras regiones— , decisión que continúa alimentando la frustración del sector local, relegado en su propio territorio. La práctica de presentar fragmentos breves, que imposibilita una valoración justa, sigue siendo una anormalidad para programadores y críticos. Más incomprensible aún es la preferencia por producciones foráne

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