Pese a ser una de las demandas más persistentes y transversales desde los territorios, la descentralización vuelve a quedar relegada en el debate presidencial. Una vez más, las agendas nacionales se diseñan desde Santiago y para Santiago, desconociendo que más de 11 millones de personas viven fuera de la Región Metropolitana, enfrentando realidades, desafíos y oportunidades profundamente distintas.
Chile sigue funcionando bajo una lógica de hipercentralismo estructural: las decisiones políticas, los servicios públicos críticos, la infraestructura estratégica, la oferta académica de mayor escala, la inversión pública y los principales medios de comunicación siguen operando como si la capital representara al país en su conjunto. Este centralismo no es solo administrativo; también es cultura

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