Durante décadas, los colegios han sido espacios seguros, lugares donde niños, niñas y adolescentes podían formarse, crecer y construir confianza en los adultos que los guiaban. Sin embargo, en Colombia esta noción se ha quebrado en silencio. Lo que antes parecía un problema aislado ahora emerge como un patrón sostenido, documentado por entidades estatales que advierten sobre el aumento de agresiones sexuales dentro de instituciones educativas por parte de quienes deberían proteger y orientar.

La información recopilada por EL NUEVO SIGLO en entidades como el Bienestar Familiar, la Procuraduría General de la Nación y la Fiscalía revela una fotografía inquietante del presente: los abusos no son casos aislados ni excepcionales. Son parte de una estructura que ha permitido que se repitan, in

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