Por Alfredo Insaurralde

Como todos los viernes al mediodía los maduros caballeros van llegando pausadamente al restaurante y ocupan sus lugares siempre en la misma mesa ya reservada. A veces son seis, a veces son ocho. Hay abogados, contadores, periodistas, y hasta un mago que en su juventud fue boxeador. “Sólo me noquearon dos veces”, suele aclarar con cierto orgullo. Aunque en actividad menguante algunos siguen batallando, ahora desde el sillón principal de su estudio. Están lejos de ser potentados pero a ninguno les son ajenos la entrada al Louvre o las escalinatas de Piazza Spagna.

La vajilla hace varios minutos que está correctamente dispuesta gracias a la veterana aptitud de Jorge, siempre servicial y afectuoso. Las paneras se ofrecen gustosas con el agregado de unas sabrosas empa

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