No existe un aprendizaje previo para el ejercicio de la presidencia de la Nación. Llegar a ella es, para una ínfima minoría, la culminación de una carrera política exitosa.

Pero incluso quien finalmente lo logra, luego de un razonable cursus honorum, se enfrenta a un universo nuevo.

Uno donde las presiones, la necesidad de mantener el equilibrio entre múltiples intereses en pugna, las urgencias, los niveles de decisión en colisión, la vanidad, la ausencia de amistades, la lealtad bajo evaluación constante, los condicionantes internos y externos, la soledad de quien la ejerce, el fracaso al acecho y el esquivo éxito, no son para cualquiera.

El desgaste se ve en los rostros, que apenas disimulan los maquillajes, en la tonalidad cada vez más blanca del cabello, en el cuerpo y sus variacion

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