Chimalhuacán, Edo. Mex. — Con un martillo en una mano y un cincel en la otra, los canteros de Chimalhuacán transforman bloques de piedra en verdaderas obras de arte. En cada golpe resuena una tradición milenaria que, aunque se mantiene viva en este municipio del oriente mexiquense, enfrenta desafíos económicos que amenazan su permanencia. En esta localidad, la cantería no solo resiste: se fortalece gracias a nuevas generaciones que se han sumado al oficio. Uno de ellos es Alberto Jiménez Arrieta, quien se convirtió en cantero de forma autodidacta. Aunque nació en Chimalhuacán, en su familia nadie se había dedicado al tallado de la piedra. “Empecé como ayudante en trabajos de restauración y sobre la marcha me fue atrayendo mucho el labrado en cantera (…) se puede decir que soy el primer

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