Europa vuelve a caminar sobre una cuerda floja nuclear. Después de más de tres años de guerra, la mayor central atómica del continente — la planta ucraniana de Zaporiyia — ha pasado de ser un símbolo industrial a convertirse en un punto de fricción capaz de desencadenar una emergencia de alcance continental.
En paralelo, otras centrales del país operan a potencia reducida tras ataques a la red eléctrica. La situación es tan inestable que el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Rafael Grossi, viajó recientemente a Kaliningrado, en Rusia, para mantener conversaciones de urgencia con el jefe de Rosatom, Alexey Likhachev, según la agencia Anadolu . Es un gesto que refleja hasta qué punto el riesgo es real.
Un ataque que dejó dos centrales en mínimos. Según

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