Rotger, esa casa seria -seria de verdad, no de las que lo fingen 40 minutos al día- volvió a convocar a su gente en la 4ª edición del Primero de Rotger . Y qué quieren que les diga: la más ambiciosa, la más alta en nivel y, sobre todo, la más Rotger de todas . Porque pertenecer a una familia empresaria es, normalmente, un deporte de riesgo.
Pero los Rotger, del primero al último, llevan décadas demostrando que la discreción no está reñida con el peso específico. No se esconden, no juegan a querer ser vistos sin que parezca que quieren ser vistos -la pantomima favorita de tantas familias empresariales-. Ellos van a lo suyo: trabajar, unir filas y aparecer cuando toca, sin aspavientos . Que ya saben aquello: quien más se esconde, más suele temer que lo miren.
El caso es que Distribuidora Rotger celebró su ya tradicional Primero , convertido —sin querer queriendo— en referencia obligada del calendario. Y esta vez redoblaron la apuesta: producto local por bandera, bodegas mallorquinas al frente y una defensa sin complejos de lo que es nuestro. Porque lo nuestro, aunque a los parvenus les dé picor reconocerlo, sigue estando entre lo mejor del mundo. Falta que lo creamos, sí; pero, sobre todo, que lo disfrutemos sin pedir permiso.

Nunca habían participado tantos proveedores: Mallorca, Ribera del Duero, Rioja, Pagos varios, franceses de buena cuna, Penedès, Cava, Rueda, Galici a… queso de Santa Catalina de Maó, coctelería, aguas de Vichy Catalán. Un escaparate de lo que tenemos y de lo que nos enriquece. Solo de enumerarlo ya se le humedece a uno el paladar.
Y aun con la lluvia, el frío y ese clima tan nuestro de hoy no sale nadie , pues salieron . Trescientas personas largas , y no de compromiso; gente con ganas de encontrarse. El ambiente fue de calidez, de cercanía, de esa complicidad que no se fabrica : proveedores, clientes y equipo interno caminando juntos, que es como se han construido siempre las casas sólidas.
La banda Finca Band Music puso sonido a la velada, mientras el director general, Fredi Mudoy -un buen amigo, mejor persona y, lo que escasea: inteligente-, dio la bienvenida con un discurso breve, sobrio y bien dirigido: producto local, agradecimiento sincero y un brindis con Vi Novell, ese vino joven mallorquín que cada año recuerda que la tierra sigue viva. Y como manda la tradición, se descorchó también el Primero de Fariña , cuya etiqueta, como saben, nace de un concurso nacional de pintura abstracta. Detalles que cuentan.
«Sólo podemos expresar gratitud por el apoyo recibido», dijeron desde la organización. Y no sonó a frase aprendida: este evento crece porque se reman las cosas juntos, sin necesidad de proclamarlo.
Así cerró la 4ª edición del Primero de Rotger : con la casa firme, la ambición intacta y las raíces más hondas que nunca. Ya miran hacia la siguiente edición, y harán bien. Por eso siguen ahí: aportando, sosteniendo y manteniendo un prestigio social e industrial que no cayó del cielo, sino de generaciones enteras haciendo las cosas como se deben hacer.
Hay familias que llegan a la historia de una tierra por estridencia y hay otras -las menos- que lo hacen por constancia. Los Rotger pertenecen a este segundo tipo, ese linaje silencioso que nunca necesitó levantar la voz porque su trabajo la levantaba por ellos . En Mallorca todos conocen el apellido, aunque casi nadie podría decir cuándo empezó a sonar. Eso es lo curioso: los apellidos importantes suelen tener una fecha de fundación; los apellidos serios, en cambio, parecen haber estado ahí desde siempre. Los Rotger pertenecen a esa estirpe que uno siente anterior incluso a su propia memoria .
Dicen los veteranos del comercio local que el abuelo Rotger -cada quién cuenta la historia con un nombre distinto, como si el personaje perteneciera ya a la leyenda- empezó con lo mínimo : una pequeña distribuidora que era más un almacén bien ordenado que una empresa al uso. Se levantaba antes que la luz, revisaba los pedidos a mano y tenía aquella máxima que hoy sigue aún colgada, discreta, en la oficina central: «Lo que entregas te define; lo que no entregas también».
Con esa filosofía y una voluntad de hierro, los Rotger fueron creciendo, sin prisa pero sin un solo paso en falso. No tuvieron la ansiedad de expandirse por expandirse -esa enfermedad tan moderna-. No: su progreso fue como el de los buenos vinos; lento, vigilado, sin traicionar el origen . Y así, mientras otros pegaban saltos tan espectaculares como efímeros, ellos hacían lo que siempre hacen los que trabajan bien: sostener.
La familia , además, nunca se permitió el lujo de dividirse . En Mallorca hay mil historias de sociedades familiares convertidas en campos de batalla; pero los Rotger, no. Los Rotger siempre han tenido la discreción de los que no necesitan exhibir armonía porque realmente la tienen. Unos dirán que es genética, otros educación; yo sospecho que es sentido común. Quizá es que ninguno quiso ser más protagonista que la propia empresa y esa modestia -que para algunos es debilidad- en ellos ha sido un arma estratégica.
Y así llegamos al presente: a esa Distribuidora Rotger que celebra, con la naturalidad de quien sabe lo que hace, la 4ª edición del Primero de Rotger, un evento que empieza a tener ese estatuto de ritual serio, casi iniciático, para quienes entienden que los negocios también se celebran.
Este año se superaron, como si no supieran hacer otra cosa: más proveedores que nunca, más bodegas, más producto local, más apuesta por lo nuestro. Lo nuestro que —no se cansen de repetirlo— está entre lo mejor del mundo , aunque algunos solo lo admitan cuando lo ven embotellado en francés.
El evento no era sólo un escaparate: era una demostración de que la unión, cuando es real, produce resultados tangibles . La 4ª edición del Primero de Rotger cerró su jornada con ese sabor que dejan las cosas bien hechas: continuidad, respeto al pasado y un entusiasmo que mira al futuro sin vértigo.
Y así siguen, discretos, sólidos, imprescindibles. No es casualidad que mantengan ese prestigio social que otros persiguen a golpe de foco. Ellos lo sostienen a golpe de trabajo.
Y quizá por eso, cuando uno ve a los Rotger en su elemento, entiende que no hablamos sólo de una empresa; hablamos de una familia que, sin decirlo mucho, lleva décadas explicando cómo se construye un legado.

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