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A seis meses de su elección, el papa León XIV ha adoptado una rutina poco habitual en los últimos años para un pontífice: refugiarse una vez por semana en Castel Gandolfo , la histórica residencia estival de los papas, donde dedica tiempo a leer, hacer deporte y desconectarse del ritmo de la Santa Sede.

El tradicional enclave, ubicado a las afueras de Roma sobre el borde de un volcán extinto que alberga el lago Albano , cuenta con palacios, villas y jardines que durante siglos sirvieron como escape del sofocante verano romano.

Aunque el papa Francisco decidió abrir el Palacio Pontificio como museo y dejar de usarlo como residencia, su sucesor ha optado por retomar esa tradición, incluso fuera de la temporada estival.

Un retiro discreto en Villa Barberini

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