El maestro de la televisión en España, Chicho Ibáñez Serrador, incorporaba el plano de reacción del público como un protagonista más de sus programas. Su emoción, su perplejidad, su risa decía, a veces, bastante más que la interpretación de los propios artistas. O que se lo digan a Miguel Bosé cuando cantó en la inmensidad del escenario del Un, dos, tres... su éxito Amante Bandido. Las imágenes de las fans contemplando su actuación describían todo del artista sin necesidad de verbalizar nada.

En las últimas décadas, en España queremos que nos mire el público pero, a menudo y paradójicamente, pasamos de él en los programas. Los grandes éxitos de nuestra televisión actual, en cambio, cuidan a su audiencia: La Revuelta, El Hormiguero o Tu cara me suena lo demuestran. Cada uno a su manera. El

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