Por Carlos Contreras
La escena, ocurrida a bordo del Air Force One, fue un recordatorio crudo de la toxicidad que ha infectado el discurso político. Cuando el entonces presidente Donald Trump le espetó "¡Cállate, cerdita!" a la corresponsal de Bloomberg, Catherine Lucey, por atreverse a preguntar sobre los archivos de Jeffrey Epstein, no solo cometió un ataque sexista y degradante. Llevó al extremo un patrón de conducta que, incluso en el contexto de una democracia sólida como la estadounidense, busca silenciar e intimidar a quienes ejercen la vigilancia del poder.
La gravedad de estos incidentes radica en que no son hechos aislados. Son parte de una estrategia deliberada, documentada y consistente de tildar a los medios críticos como "enemigos del pueblo" y distribuidores de Fake

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