La selección curazoleña atraviesa uno de los procesos más inspiradores de su historia deportiva, impulsada por una generación comprometida y una isla verá su bandera en una Copa del Mundo por primera vez.

Durante años, Curazao ha sido una isla que vibra entre colores vivos, playas infinitas y un orgullo futbolero que crece en silencio. Pero hoy, ese murmullo deportivo se ha convertido en un grito colectivo: la selección aspira, con más fuerza que nunca, a alcanzar un Mundial. Ese objetivo, que alguna vez pareció un sueño lejano, ahora toma forma en cada entrenamiento, en cada viaje y en cada jugador que viste la camiseta azul celeste.

Una generación que aprendió a creer

Curazao ha moldeado un grupo de futbolistas que entienden la camiseta como una segunda piel. Muchos de ellos crecie

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