El deporte femenino gana visibilidad , pero sigue existiendo una realidad que pasa demasiado desapercibida: muchas de nosotras abandonamos antes de tiempo. No por falta de pasión, sino por la presión constante de encajar en un modelo deportivo construido durante décadas desde parámetros masculinos y normativos .

Entrenar en ese marco implica convivir con expectativas que no responden a nuestras necesidades, con dinámicas competitivas y exigencias que no siempre encajan con la manera en que muchas vivimos y entendemos el deporte . Lo que debería ser un espacio de crecimiento acaba convirtiéndose en un lugar donde sentimos que debemos adaptarnos a un sistema que no se adapta a nosotras.

Cada vez hay más referentes, clubes más sensibles, discursos más críticos , pero la pregunta sig

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