En pleno centro de València, junto a la Catedral y el Palacio Arzobispal, se encuentra un espacio arqueológico que preserva restos de los primeros asentamientos de la ciudad. Bajo la plaza de la Almoina, un museo arqueológico ofrece un recorrido por los primeros asentamientos urbanos y por la evolución de la urbe a lo largo de distintas épocas, desde la fundación romana hasta la etapa islámica. El yacimiento permite observar cómo la ciudad se desarrolló sobre estructuras anteriores, con distintas fases de ocupación en un mismo lugar.
El sitio contiene evidencia material de diferentes períodos históricos, con elementos arquitectónicos, estructuras públicas y restos domésticos que reflejan la vida cotidiana en cada época. Las excavaciones han permitido documentar esta sucesión de ocupaciones y organizar los hallazgos de manera que puedan ser recorridos por el público sin afectar su conservación. La ubicación junto a la Catedral hace que el conjunto forme parte del núcleo histórico y urbano de València.
El espacio arqueológico no se limita a conservar ruinas; también facilita el acceso de los visitantes a través de recorridos delimitados y señalizados, además de paneles informativos. Algunas partes del yacimiento son visibles desde la plaza mediante suelos de cristal, lo que permite observar directamente los restos subterráneos y la superposición de las distintas fases históricas.
La Almoina, un viaje por la historia de València
El museo ocupa una superficie de aproximadamente 2.500 metros cuadrados y se sitúa directamente sobre los restos de la ciudad original. La elección del lugar no es casual: al derribarse un edificio medieval que albergaba un centro benéfico destinado a la ayuda a los desfavorecidos —de ahí el nombre “Almoina”, que en valenciano significa limosna—, los arqueólogos descubrieron una gran plaza y, bajo ella, los vestigios de la València romana y de las etapas históricas posteriores. Entre 1985 y 2005 se llevó a cabo un proyecto de musealización que permitió integrar los hallazgos con el entorno urbano y facilitar el acceso directo a las ruinas.
Durante los primeros años de la fundación de València, gran parte de la ciudad quedó destruida durante los enfrentamientos entre Pompeyo y Sertorio. Tras un periodo de abandono de aproximadamente 50 años, se conservaron algunos elementos de esa etapa inicial, entre ellos el santuario de Asclepios, un Horreum y unas termas. Posteriormente, del periodo del Imperio Romano se mantienen restos de la curia, la basílica y el porticado del foro.
La fase visigoda está representada por el baptisterio y el ábside de la Catedral, junto con varias tumbas. Con la llegada del dominio islámico, los vestigiosd romanos y visigodos habían quedado cubiertos por nuevas construcciones, y las excavaciones han identificado parte del alcázar, que incluye una noria, un patio con lavadero y un fragmento de la fortificación. Estas estructuras muestran cómo los musulmanes reutilizaron y adaptaron los espacios preexistentes, integrando los niveles anteriores en la ciudad islámica.

Tras la reconquista por Jaime I, el asentamiento pasó a llamarse València. En el mismo lugar se construyó el edificio de la Almoina, destinado a la ayuda a personas necesitadas. Sobre los restos islámicos se levantaron las edificaciones que se pueden ver hoy en día, como la Catedral y el Palacio Arzobispal.
La cercanía de la catedral y el Palacio Arzobispal enmarca el conjunto arqueológico, convirtiendo toda la zona en un recorrido histórico y urbano que se puede explorar a pie por las callejuelas circundantes. El horario del museo es de martes a sábado de 10:00 a 19:00 horas y los domingos y festivos de 10:00 a 14:00 horas. La entrada tiene un coste de 2 euros, mientras que los domingos y festivos el acceso es gratuito, facilitando que tanto residentes como visitantes puedan acercarse a conocer esta parte fundamental de la historia de València.

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