“El límite de nuestra comprensión es el límite de nuestras palabras.” Esta frase, tan simple, encierra la causa principal de la mayoría de los conflictos y malentendidos en nuestra vida diaria, profesional y política.
Hace muchos años, Gabriel, un buen amigo y profesor universitario, me hizo una pregunta que se ha quedado como un mantra en mi vida: “¿Qué entiendes… por entiendes?”
No es una pregunta semántica, es una llamada a la alineación conceptual. Discutimos, negociamos, planeamos o decidimos sobre ideas que creemos compartidas, cuando en realidad cada persona opera desde una definición interna distinta. Creemos que coincidimos, pero solo usamos las mismas palabras. Y eso, por sí mismo, no garantiza el mismo significado ni la misma dirección. Ahí reside la raíz de las discrepancia

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