Víctor Carranza pasó buena parte de su vida midiendo el peligro. Quienes lo conocieron recuerdan que nunca se movía sin varios escoltas, que revisaba cada ruta y que no confiaba en quienes aparecían con promesas de amistad o negocios. Tenía razones de sobra. Había amasado una fortuna enorme alrededor del negocio de las esmeraldas y había extendido su influencia desde las montañas de Boyacá hasta las planicies del Meta. Era un hombre poderoso en una región donde el poder siempre fue disputado. Con esa mezcla de riqueza, territorio y relaciones, era inevitable que aparecieran enemigos. Algunos eran viejos rivales del gremio esmeraldero, otros pertenecían a grupos armados que se consolidaron en los Llanos Orientales tras la expansión de las autodefensas y el narcotráfico. Había tensiones, deu
Los dos atentados violentos de los que se salvó Víctor Carranza como si estuviera rezado
Las 2 Orillas1 hrs ago
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