La vida de José Albiac es muy sencilla en su querido Nonaspe, un pequeño pueblo del Bajo Aragón flanqueado por las aguas del río Matarraña y del río Algás. De estos mismos caudales beben las tierras que sigue trabajando a sus 84 años después de toda una vida en la agricultura con un paso de once años por la central nuclear de Ascó (Tarragona). Por la mañana se acerca al bar a jugar la partida con la cuadrilla de amigos, al mediodía marcha a comer a casa y por la tarde se va al campo. Esta semana, por ejemplo, está cogiendo olivas. Es lo que lleva haciendo toda la vida desde que su padre Romualdo le empezó a llevar al campo cuando apenas era un chaval de ocho años. Y con él, entre los aperos de labranza, los calores y los fríos y las vicisitudes de aquella época, aprendió a esquila

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