La misión Euclid de la Agencia Espacial Europea (ESA) cumplió apenas un año y ya generó un cambio profundo en la forma en que los astrónomos intentan descifrar el pasado y el futuro del cosmos.
Su instrumento, un telescopio espacial que combina una nitidez excepcional y un campo de visión enorme, permitió que los especialistas accedan a datos que modifican ideas que se mantuvieron durante décadas.
El objetivo inicial del proyecto apuntaba a resolver dos interrogantes gigantes: qué es la materia oscura y qué impulsa la energía oscura que domina la expansión del universo. Sin embargo, Euclid abrió un abanico más amplio de respuestas posibles porque reveló fenómenos que no figuraban en las estimaciones más optimistas de la comunidad científica.
Uno de esos resultados inesperados su

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