Quién me hubiera dicho, cuando asistí en 2009 a la primera ejecución de la de Beethoven en Torreón, cuánto y para bien cambiaría su “tejido social”, entonces tan fragmentado. En aquella ocasión, el trayecto del hotel al Teatro Nazas no pudo ser más desolado. No vi un alma por las calles y había barricadas para salvaguardar a quienes ingresábamos corriendo al teatro. Hoy, la gente deambula tranquilamente y se ha convertido en “parada obligada” para las figuras del que visitan México. Hace un año, ahí tuvo lugar la primera presentación de Rolando Villazón tras 13 años de ausencia de su patria y, hace unos días, volví para escuchar a una de las sopranos más aclamadas del momento, la estadounidense Nadine Sierra (1988) y, de paso, asistir al merecidísimo homenaje que se le brindó al Maes

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