Durante más de un siglo, la escuela organizó el conocimiento y certificó competencias. Ese modelo, pensado para el mundo industrial, funcionó cuando el cambio era lento y la información escasa. Pero hoy, en plena era digital, ese esquema está agotado: el sistema educativo está en Game Over. Y no solo por la velocidad tecnológica, sino por la sobrecarga de demandas que lo desvían de su misión.
A la escuela se le pide compensar desigualdades estructurales, contener problemas sociales y emocionales, gestionar convivencias complejas y sostener aprendizajes profundos, todo al mismo tiempo. Está sobreexigida y, en consecuencia, pierde eficacia en los aspectos más elementales de su tarea.
La desconexión con el mundo real se vuelve especialmente dolorosa en un punto crítico: la escuela ya no pre

Clarín

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