Durante estos días son muchas las personas que buscan destinos para conocer lugares y ciudades y, a ser posible, perderse un buen rato en uno de esos mercados navideños en los que hacerse con algún recuerdo y, a la vez, que sirva como elemento de decoración navideña. Así que todos los que pongan en su GPS Barcelona , apunten el nombre de la Fira de Santa Llúcia , que un año más se erige como el mercado de Navidad más antiguo y popular de Catalunya . De hecho, para algunos expertos en la materia se considera uno de los mercados de pesebres más antiguos de todo el mundo. Este aliciente de la capital catalana se celebra tradicionalmente a los pies de la catedral de Barcelona y es parte indispensable de la celebración de las fiestas catalanas.
La apertura de la Fira de Santa Llúcia marca el pistoletazo de salida para las compras de la temporada. La feria, que este año alcanza su 239ª edición, continúa atrayendo a visitantes que buscan sumergirse en la cultura y las tradiciones catalanas. La historia documentada de la propia feria se remonta al año 1786 , siendo esta la fecha la primera referencia escrita que se halla en una crónica de Rafael Amat, que recogió en su dietario titulado Calaix de sastre . En dicho escrito, se hablaba ya de la venta de casitas para los pesebres, figuras de barro y cartón, imágenes de santos, pastores, bueyes, mulas u otras bestias. Amat también destacaba la importancia que la feria ya tenía en aquel primer año, importancia que no ha perdido a pesar del paso de los años y de la aparición de otros mercados en la misma ciudad.

De hecho, la tradicional feria ha demostrado una notable resistencia a lo largo de los siglos, perdurando incluso ante grandes adversidades, como la terrible epidemia de fiebre amarilla que asoló Barcelona en 1860, epidemia que no impidió su celebración. Además de su función comercial, en el siglo XIX, la feria era conocida popularmente como la fira de les noies (la feria de las muchachas). Y es que se tenía la creencia de que era un lugar propicio para que chicos y chicas jóvenes de los alrededores de la feria acudían bien vestidos y arreglados, ellas incluso con joyas y acompañadas de sus madres en busca de pretendientes.
La feria, que suele abrir al público a finales de noviembre y finaliza justo unos días antes de las fechas principales de Navidad, es de dimensiones considerables: la feria actual cuenta con más de 280 paradas , distribuidos en cuatro sectores en función del producto que vendan las paradas. El primer y más numeroso sector está dedicado a la venta de figuras y pesebres, incluyendo todo tipo de personajes que forman la representación tradicional de la Navidad, como la cueva del nacimiento, los reyes magos, los pastores, y el famoso “caganer”. Este sector cuenta con un número significativo de expositores. De hecho, el mencionado “caganer” es sin duda la estrella y la figura más entrañable de los belenes catalanes , de ahí que sea de los objetos más adquiridos.
Otro sector fundamental es el dedicado al “verde” y los adornos. En este sector, los visitantes pueden encontrar todos los materiales necesarios para construir el paisaje del belén y adornar el hogar, como musgo, corcho, mirto, eucaliptos, abetos, muérdago de la suerte y otros adornos festivos. Los otros dos sectores se enfocan en la artesanía y los instrumentos musicales . La artesanía ofrece detalles de joyería, cerámica, prendas de ropa, bolsos, juguetes y complementos textiles, contando con cerca de 40 paradas. El espacio para instrumentos musicales ofrece zambombas, panderetas y otros objetos para animarse durante las fiestas y tratar de amenizarlas con algún instrumento.
Es importante destacar que Santa Llúcia, cuya festividad se celebra el 13 de diciembre, es la patrona de las modistas, sastres y de todos aquellos que trabajan el arte de la aguja, y es conocida popularmente como “la abogada de la vista”. A lo largo de su historia, la feria también ha sido un punto de encuentro para destacados artistas del pesebrismo catalán . La instalación en sí de la propia feria ha evolucionado, ya que a principios del siglo pasado los puestos consistían en tablones sobre dos capiteles y un rudimentario entoldado impermeabilizado, iluminados con luces de petróleo o acetileno, mientras que hoy en día, las paradas son de madera, bien equipadas e iluminadas con luz eléctrica.
El ambiente festivo de la Fira de Santa Llúcia se complementa con una gran programación de actividades lúdicas y populares que incluyen el “tió” gigante, cuentos de Navidad , cantos corales y la Carassa, una figura que realiza un pasacalles por el barrio gótico escupiendo caramelos por la boca. En definitiva, se trata de todo un icono navideño de la ciudad que trasciende el mero comercio y que es de obligada visita. Todos los productos que se venden durante estos días pueden encontrar alojamiento en cualquier hogar de nuestra geografía, sean artesanales, tradicionales o incluso humorísticos. Y los más pequeños de la casa disfrutan, chocolate caliente en mano, de un paseo entre luces y villancicos.

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