El despegue ocurre en aparente calma, con el sol bajo iluminando el desierto y una pista que parece interminable. La cámara, situada en el interior de la cabina, muestra cómo el avión comienza a rodar, se alinea y despega con suavidad . No hay dramatismo visual, ni turbulencias espectaculares. Y eso es, precisamente, el mensaje. El vídeo muestra como un ejercicio de precisión tranquila, casi quirúrgica.
El X-59 es cualquier cosa menos un avión convencional. Su fuselaje extremadamente largo y estrecho, su morro desproporcionado, que impide al piloto ver directamente hacia delante, y la ausencia de una visión frontal tradicional no son caprichos estéticos. Cada centímetro de su geometría está pensado para una sola misión: romper la barrera del sonido sin producir el clásico “boom sónico

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