Enarbolando un zapatito de cristal, el príncipe de Cenicienta peregrinaba de hogar en hogar buscando a la dama que había huido en una carroza-calabaza. Así andan hoy nuestras damas por Tinder, con un zapato del 44, probando calzado sin que ningún varón quepa en la horma. Las muchachas están hasta los pirindinguis de embusteros con doble vida, mentirosos de honor y escapistas profesionales, encantados todos de meterse con ellas en la cama, pero alérgicos al compromiso.

Me ha fascinado un editorial de Jorge Bustos señalando la vuelta del romanticismo. Parece que el amor líquido da muestras de cansancio y que lo «in» ya no es el poliamor, la relación abierta o el tiro al pichón, sino la declaración, pedida de mano y boda en fidelidad. La generación Z está harta de soledad, rupturas y ausenci

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