Hoy quiero hablarles de un tema que llama la atención, porque diariamente veo mujeres agotadas emocionalmente, cansadas físicamente por haber vivido desde la concepción del: “Tengo que ser fuerte.”

Lo escuchamos desde niñas, lo vemos en las heroínas de ficción y lo adoptamos como un mantra. Ese pensamiento se convierte en la armadura que nos convierte en “ guerreras, invulnerables, la que resuelve las crisis familiares, la que siempre tienen un consejo, la que nunca pide ayuda ” y vamos desarrollando una energía de fuerza, de acción incesante y, a veces, de una agresividad o “valentía” que nos impulsa a cargar con el peso del mundo. Al mismo tiempo, guardamos silencio sobre nuestras emociones para que no nos vean “débiles”, temiendo que una lágrima o una duda nos quite el título de

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