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A pesar de que Francia ya había implementado un plan de seguridad en todo su territorio debido a otros robos recientes, no pudo impedir la sustracción de algunas de las joyas expuestas en la Galería de Apolo del Louvre hace semanas. ¿Cómo proteger el patrimonio cuando los ladrones actúan en museos y bibliotecas?

La respuesta pasa por lo que la UNESCO llama justicia patrimonial: una forma de restitución que va más allá de lo económico.

Y es que cada pieza robada deja un hueco en la colección, una carencia en la memoria. Supone la interrupción de un vínculo cultural, histórico y simbólico. Y plantea una demanda de responsabilidad institucional y estatal.

Tiara de María Amalia de Nápoles y Sicilia y de Hortensia de Beauharnais, robada en el Louvre el 19 de octubre de 2025. Wikimedia Commons., CC BY

El golpe Pushkin

En este sentido, el robo de libros o manuscritos raros en bibliotecas europeas adquiere una dimensión aún más grave, si cabe. Entre 2022 y 2023, desaparecieron, al menos, 170 libros antiguos y raros valorados en más de 2,8 millones de euros de bibliotecas de varios países europeos.

Fue un acto organizado y sistemático que las autoridades han calificado como “golpe Pushkin”, porque la mayoría habían sido escritos por este novelista y poeta ruso. Las obras no solo representaban ejemplares materiales de valor, sino memorias literarias de gran importancia para las culturas rusa y europea.

Retrato de Pushkin por Orest Kiprenski (1827). Galería Tretiakov, Moscú. Orest Kiprenski.

Las implicaciones de este caso abren la puerta a la dimensión geopolítica del problema: ¿cómo articular la justicia patrimonial cuando los Estados, las redes de subastas, los mercados y las redes criminales se entrecruzan?

Una restitución auténtica exige cooperación internacional, transparencia en el comercio patrimonial y responsabilidad compartida entre los Estados implicados.

Memoria compartida

Aplicar la justicia patrimonial significa reconocer que el patrimonio no pertenece a una élite ni a una nación hegemónica. Este reconocimiento, por tanto, debe gestionarse desde la inclusión, la memoria compartida y la reparación.

En esta línea, la UNESCO ha presentado recientemente su Museo Virtual de Bienes Robados, gracias al cual un objeto retirado o robado deja de estar oculto y pasa a formar parte de un relato global de robo, restitución y memoria.

Como se explica en el blog del grupo de Investigación Museotech (UNIR), la digitalización ofrece un nuevo tipo de restitución simbólica: las piezas robadas pueden ser accesibles al público en formato virtual, devolviendo parte de su presencia cultural.

Nuestro derecho cultural

La justicia patrimonial tiene tres implicaciones clave. Primero, promueve el reconocimiento de las comunidades afectadas como sujetas de derecho cultural. No basta con que un objeto vuelva a su lugar de origen: debe restaurarse su valor simbólico, su contexto social y su función comunitaria.

Segundo, exige a las instituciones culturales prácticas transparentes de adquisición, conservación y devolución.

Tercero, impulsa políticas internacionales contra el tráfico ilícito basadas en cooperación policial, controles de mercado y herramientas digitales de acceso público.

En el caso de los libros raros robados, la pérdida cultural se agrava porque esos textos representaban legados literarios que ya no pueden ser reproducidos íntegramente. La solución no se limita a su devolución: debe contemplar la restauración de su acceso público, la documentación del robo y la implicación de los lectores y comunidades en su memoria.

Asimismo, el museo virtual abre la vía para que las piezas aún no recuperadas físicamente puedan aparecer en el ámbito digital, lo que convierte la restitución simbólica en un paso complementario hacia la justicia patrimonial.

Sustraer un trozo de historia

Finalmente, a través de la educación se debe incidir en que los robos de libros, joyas u otro tipo de piezas no supone solo la sustracción de esa obra, sino de una porción de la memoria colectiva.

La protección del patrimonio no es un empeño académico, es parte del tejido social que da sentido a nuestra historia en común. Por eso, son necesarios mecanismos eficaces para que el patrimonio pueda circular, se comparta y democratice en entornos seguros. Solo así podremos garantizar el acceso universal al patrimonio como derecho cultural.

Garantizar su acceso y preservación física y digital es el verdadero significado de hacer justicia patrimonial.

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.

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Cristina de Juana Ortín no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.