La historia cambia sin pedir permiso. Y el liderazgo, si quiere mantenerse vigente, debe aprender a leer los nuevos códigos del mundo.
Hoy, en medio de un reacomodo económico global y de tensiones geopolíticas que redefinen cadenas de suministro, competitividad y talento, la relación entre México y Estados Unidos ya no es solo un tema comercial: es un terreno donde se juega el futuro de quienes lideran.
Las empresas dejan de ser entes aislados para convertirse en actores diplomáticos. Sí, diplomáticos.
Porque la nueva diplomacia no solo ocurre en embajadas: ocurre en juntas de consejo, en decisiones de inversión, en plantas de producción, en acuerdos de cadena de valor, y en la capacidad que tiene un líder para conectar culturas, visiones y propósitos sin perder el rumbo estratégico.
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