En cuestión de semanas, Chiqui Tapia pasó de ser un dirigente cuestionado por los arbitrajes (siempre opinables y limitados a la discusión futbolera) a concentrar el desprecio público , incluso fuera del universo del fútbol. El presidente "amigo" de Messi y que levantó la Copa del Mundo es insultado en cada cancha y hasta en los recitales.

Tapia ya no es Chiqui. Ahora es "botón".

Pocas veces alguien logró tanta unanimidad en el rechazo.

¿Qué pasó para que así ocurriera? La explicación más consistente, visible desde afuera pero también relatada por los pocos autónomos en la AFA, es la creencia de que su poder es incuestionable e impune.

El delirio se apoya en una amenaza que no se sabe si real, pero que se ha instalado como una espada que apunta al corazón del hincha y contra la que

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