Uno de los dos soldados tiroteados este miércoles en el centro de Washington DC, junto a la Casa Blanca, ha fallecido. Así lo ha afirmado el presidente de EEUU, Donald Trump, quien ha calificado al sospechoso, un ciudadano afgano que había trabajado para la CIA en su país natal, de “monstruo salvaje”.
Durante una llamada de Acción de Gracias con las tropas estadounidenses, Trump ha anunciado este jueves por la noche que acababa de enterarse de que la soldado Sarah Beckstrom, de 20 años, había fallecido, mientras que el sargento Andrew Wolfe, de 24 años, estaba “luchando por su vida”.
“Acaba de fallecer”, ha dicho Trump ante las cámaras: “Ya no está con nosotros. Ahora mismo nos está mirando desde arriba. Sus padres están con ella”.
El presidente de EEUU calificó a Beckstrom de “persona increíble, excepcional en todos los sentidos”. La Casa Blanca dijo que habló con sus padres después de sus palabras.
Trump aprovechó el anuncio para decir que el tiroteo fue un “ataque terrorista” y criticó a la Administración Biden por permitir que los afganos que trabajaron con las fuerzas estadounidenses durante la guerra de Afganistán entraran en Estados Unidos.
El presidente de EEUU aseguró que el tirador, que trabajó para el Gobierno de EEUU en Afganistán, estaba mentalmente inestable tras la guerra y la salida de Afganistán: “Se volvió loco. Quiero decir, se volvió loco. Esto ocurre con demasiada frecuencia con esta gente”.

El tirador trabajó con las fuerzas estadounidenses
El sospechoso acusado del tiroteo es Rahmanullah Lakanwal, de 29 años, y trabajó en una unidad especial del ejército afgano respaldada por la CIA antes de salir de Afganistán, según The Associated Press .
Trump culpó al proceso de asilo, en el que los afganos que trabajaron con las fuerzas estadounidenses llegaron en avión, de no garantizar que las personas fueran debidamente investigadas: “No hay mayor prioridad para la seguridad nacional que garantizar que tenemos un control total sobre las personas que entran y permanecen en nuestro país. En su mayor parte, no los queremos”.
Jeanine Pirro, fiscal federal del Distrito de Columbia, se negó a dar un motivo para el ataque del miércoles por la tarde, que ocurrió a pocas manzanas de la Casa Blanca. La presencia de tropas en la capital del país y en otras ciudades se ha convertido en un elemento de disputa política por el rechazo a la militarización de las calles.
Pirro dijo que el sospechoso lanzó un ataque con un revólver Smith & Wesson del calibre 357. Hasta este jueves, el sospechoso se enfrentaba a cargos de agresión con intención de matar mientras estaba armado y en posesión de un arma de fuego durante un delito violento, pero Pirro avisó de que los cargos se agravarían si alguno de los miembros de la Guardia Nacional fallecía, algo que ha terminado ocurriendo.
El tiroteo se ha producido en medio de disputas judiciales y públicas sobre el uso del ejército por parte de la Administración Trump para combatir la delincuencia en las ciudades.
Trump emitió una orden de emergencia en agosto que federalizó la policía de Washington DC y envió tropas de la Guardia Nacional. La orden expiró un mes después. Pero las tropas han permanecido en la ciudad, donde actualmente hay asignados casi 2.200 soldados, según la última actualización del Gobierno.
Los miembros de la Guardia han patrullado barrios, estaciones de tren y otros lugares, han participado en controles de carretera y se les ha asignado la recogida de basura y la vigilancia de acontecimientos deportivos.
La Administración Trump ha ordenado tras el ataque el envío de 500 miembros más de la Guardia Nacional a Washington.
El sospechoso también recibió disparos y tenía heridas que no se consideraban mortales..
El legado de la guerra de Afganistán
Un residente de la provincia oriental afgana de Khost, que se identificó como primo de Lakanwal, ha contado a The Associated Press que Lakanwal era originario de la provincia y que él y su hermano habían trabajado en una unidad especial del ejército afgano conocida como Unidades Cero en la provincia de Kandahar. Un antiguo oficial de la unidad, que habló bajo condición de anonimato, dijo que Lakanwal era jefe de equipo y su hermano, jefe de pelotón.
El primo contó que Lakanwal había comenzado a trabajar como guardia de seguridad de la unidad en 2012 y que más tarde fue ascendido a jefe de equipo y especialista en GPS.
Kandahar se encuentra en el corazón del territorio talibán del país. Fue escenario de intensos combates entre los talibanes y las fuerzas de la OTAN tras la invasión comandada por Estados Unidos en 2001, tras los atentados de Al Qaeda del 11 de septiembre.
La CIA contó con personal afgano para la traducción, la administración y el combate con sus propios oficiales.
Las unidades Zero eran unidades paramilitares formadas por afganos, pero respaldadas por la CIA, que también servían en combates con oficiales paramilitares de la CIA. Los activistas pro derechos humanos han atribuido abusos a estas unidades. Desempeñaron un papel clave en la caótica retirada estadounidense del país, proporcionando seguridad en los alrededores del aeropuerto internacional de Kabul mientras los estadounidenses se retiraban del país.
El director de la CIA, John Ratcliffe, dijo en un comunicado que la relación de Lakanwal con el Gobierno estadounidense “terminó poco después de la caótica evacuación” de los militares estadounidenses de Afganistán.
Lakanwal entró en Estados Unidos en 2021 a través de la Operación Allies Welcome, un programa de la administración Biden que evacuó y reasentó a decenas de miles de afganos tras la retirada estadounidense del país, según informaron las autoridades. Lakanwal solicitó asilo durante la administración Biden, pero su asilo fue aprobado bajo la administración Trump, según un comunicado de #AfghanEvac.
La iniciativa trajo a Estados Unidos a unas 76 000 personas, muchas de las cuales habían trabajado junto a las tropas y diplomáticos estadounidenses como intérpretes y traductores. Desde entonces, ha sido objeto de un intenso escrutinio por parte de Trump y su Administración por las acusaciones de deficiencias en el proceso, a pesar de que sus defensores afirman que se llevó a cabo una investigación exhaustiva y que el programa ofreció un salvavidas a las personas que habían ayudado a EEUU y corrían riesgo de represalias por parte de los talibanes.
Lakanwal ha estado viviendo en Bellingham, Washington, a unos 127 kilómetros al norte de Seattle, con su esposa y sus cinco hijos, según ha declarado su casera, Kristina Widman.
El miércoles por la noche, Trump pidió que se reiniciara la investigación de todos los refugiados afganos que habían entrado bajo la Administración Biden. El director de los Servicios de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos, Joseph Edlow, dijo en un comunicado que la agencia tomaría medidas para examinar a las personas procedentes de 19 países “de alto riesgo en la medida de lo posible”.

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